Los misterios y leyendas que esconde Malta y que nadie conoce

La isla de Malta rezuma magia por los cuatro costados. Fiel baluarte del Mediterráneo, el visitante más audaz puede toparse con las más bellas historias oídas jamás en rincones inhóspitos e inimaginables. Historias que atrapan y enganchan a ese firme perseguidor de lo insólito que huye del mundanal ruido de un turismo masificado.

La inspiración, cual duende que aparece de repente para dar colocación a una mente en pleno desorden, bulle como un géiser en lo alto sus preciosos acantilados agujereados por las más increíbles cuevas que la Madre Naturaleza pudo crear. Y la transparencia interior y la lucidez son una metáfora de las aguas cristalinas que bañan las agrestes costas de Malta.

Pero Malta no solo es belleza, también es misterio y enigma, alma recóndita y oculta. Porque aquel que se atreve a escarbar en los lugares menos transitados de la isla, se puede topar con lo ignoto. Y lo ignoto, cuando sus vías son inalcanzables, no tiene más remedio que presentarse a través de misterios y leyendas sin resolver. Misterios y leyendas que muestran otra cara de la isla mediterránea: muestran la verdadera cara de Malta.

La cueva de Saint Julian’s donde habitaría un dragón

La zona de Saint George’s Bay, en la ciudad maltesa de Saint Julian’s, es quizá el lugar de divertimento para los más jóvenes de Malta y para los turistas. Plagado de hoteles, de restaurantes y de discotecas, nada hace presagiar que en este rincón del norte de la isla principal de Malta pueda tener misterio alguno.

Sin embargo, aún existen relatos relacionados con el folklore y con la leyenda en Saint Julian’s, debido a una gran cueva subterránea que existe apenas a 60 metros de Saint George’s Bay y que permanece invisible a los vecinos y turistas. Se trata de la cueva de Harq Hamiem, la única cueva sumergida dentro de la tierra en todas las islas maltesas. La galería ya está documentada en 1647 en Della descrittione di Malta. Aun así, es más conocida como la cueva de Dragonara, a causa de una leyenda que aún está muy presente en Saint Julian’s.

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Interior de la cueva de Dragonara (Saint Julian’s)

La leyenda cuenta que en esta cavidad habitaba un monstruo marino en forma de dragón. Los lugareños aseguraban que sentían los pasos y los alaridos del dragón provenientes de debajo de sus casas. Stephan D. Mifsud, en su obra The Maltese Bestiary describe al dragón de la cueva de Dragonara como una gran serpiente con una enorme cola que acecha a los habitantes de Saint Julian’s desde los abismos.

Lo curioso es que la bahía cercana se llama Saint George’s Bay, en honor a San Jorge, aquel que habría matado a un dragón según las hagiografías. Por ello, los habitantes de esta población decidieron dedicar la bahía a este santo como medida de protección ante la temible bestia que habitaba en la cueva de Dragonara. A día de hoy, sigue recibiendo esta denominación, así como un hotel de lujo y una calle llevan el nombre de ‘Dragonara’ para recordar a una criatura que causó el pánico entre los habitantes de Saint Julian’s.

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Dragón que habitaría en la cueva de Dragonara, según Stephan D. Mifsud

 

El ‘silfjun’, la bestia marina que devoraba a los malteses

Queda patente que Malta es rica en folklore y en relatos de criaturas míticas. Pero si hay que destacar a una de esos misteriosos seres, sería el ‘silfjun’, vinculado de forma directa con las vastas extensiones de agua que rodean al archipiélago maltés. La tradición cuenta que el ‘silfjun‘ era una gran bestia marina que se alimentaba de los humanos que se bañaban en las costas o que se descuidaban mientras estaban pescando en sus pequeños botes.

La leyenda del ‘silfjun’ estaba tan asentada entre los habitantes malteses que en el siglo XVI era dibujado en los mapas cartográficos, concretamente en las aguas del sur de la isla de Malta. Giovanni Francesco Abela va más allá y en la ya mencionada Della descrittione di Malta se atreve a representar a la enigmática criatura con dos aletas enormes, una única cola y con unas fauces infernales, asegurando que quedó varado en las costas de Mellieha (norte de la isla de Malta) tras una fuerte tormenta. Incluso el famoso científico y alquimista barroco Athanasius Kircher, en su visita a la isla principal, describió al supuesto ‘silfjun‘ que había quedado atrapado en la orilla de Mellieha, concluyendo que era un «monstruo demoníaco del mar» y preguntándose «por qué la Naturaleza quiere que los monstruos existan».

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Dibujo del mítico ‘silfjun’ realizado por Giovanni Francesco Abela en Della descrittione di Malta en 1647

La creencia sobre la existencia del ‘silfjun‘ todavía pervivía a finales del siglo XIX, ya que en 1890 un padre y un hijo fueron devorados por una enorme criatura marina en las aguas cercanas a Marsaskala mientras pescaban; los otros pescadores que fueron testigos del suceso, al no saber qué ser era, identificaron a aquella bestia con el monstruo mencionado en las leyendas. Y también sobrevivió por los insólitos hallazgos arqueológicos que fueron aflorando en el archipiélago en forma de gigantescos dientes que solo podían ser del ‘silfjun‘, como el enorme colmillo expuesto en el Museo de Historia Natural de Mdina, conocido como la «lengua de San Pablo» y al que se atribuían propiedas mágicas.

En realidad, el ‘silfjun‘ no era más que la visión popular acerca del tiburón, que siempre ha merodeado alrededor de las aguas de Malta. De hecho, la «lengua de San Pablo» y otros restos fósiles pertenecerían al célebre Megalodon, especie cenozoica extinta que era el antecesor del tiburón, aunque con el tamaño de 17 metros.

Los tiburones han acechado y siguen acechando las costas maltesas y, de vez en cuando, se reportan avistamientos o capturas del animal. La más espectacular tuvo lugar en la isla de Filfla en el año 1987, cuando el pescador Alfredo Cutajar atrapó entre sus redes al tiburón más grande jamás apresado en el mar Mediterráneo. Medía más de 7 metros y pesaba aproximadamente 3 toneladas; en su interior llevaba dos delfines, dos tiburones azules de 2 metros y una tortuga pequeña que habían servido de alimento al tiburón. Si esta captura no hubiera sido realizado por un hombre del siglo XX, quizá hubieran pensado que este ejemplar sería, nada más y nada menos, que el misterioso y temido ‘silfjun‘ que devoraba a propios y extraños.

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Tiburón de más de 7 metros capturado en 1987 en las costas de Malta

 

La isla de Filfla, un lugar de poder en Malta utilizado como polígono de pruebas militares

Las islas principales de Malta son la propia isla maltesa, Gozo y Comino. No obstante, el país está conformado también por una red de pequeños islotes que rodean al archipiélago con un interés que no va acorde con sus diminutos tamaños. Y uno de esos islotes es Filfla, cuya importancia se remonta a tiempos remotos.

La isla de Filfla se sitúa aproximadamte a unos 5 kilómetros del sur de la costa de Malta y, a pesar de ser insignificante en su tamaño, tuvo especial relevancia en tiempos antiguos. En la Prehistoria, la isla de Filfla era considerada como un recinto sagrado, donde se llegaron a erigir dos construcciones dedicadas a unas divinidades hoy desconocidas.

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La isla de Filfla, un lugar sagrado para los antiguos donde habitaba la divinidad

Pudo ser considerado como un lugar de poder debido a las historias que se contaban sobre que en el mencionado islote habitaban monstruos jamás vistos. Incluso se creía que había misteriosas especies con dos colas que aterrorizaban a todo aquel que tuviera la oportunidad de verlas. En realidad,  estos animales son especies endémicas de Filfla, que quedaron aisladas tras un fenómeno geológico que separó esta porción de tierra de la isla principal de Malta.  Esto provocó que se desarrollaran especies animales muy singulares, como el lagarto de pared, un reptil con manchas verdes y negras que recibe el nombre de Podarcis filfolensis por ser originario de esta diminuta isla.

Filfla está deshabitada, aunque haya por el siglo XIV se construyó una pequeña ermita aprovechando el interior de una cueva. Nunca se supo quién levantó el templo religioso, aunque se ha especulado con que pudo ser un náufrago que sobrevivió a una tormenta al encontrar refugio en el islote. La ermita no duró mucho tiempo, ya que en 1575 fue desacralizada debido a las dificultades de acceso que había a ella, retirando un tríptico conocido como «La Madonna de Filfla«. Lo poco que quedaba del eremitorio desapareció finalmente en el año 1856 con un terremoto que hundió parte de la isla de Filfla.

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El lagarto endémico de Filfla fue considerado como una criatura monstruosa al no haberse visto otro igual

Los pocos habitantes de la isla de Filfla se pueden contar con los dedos de una mano. Se sabe que el noble Ganni Attard se refugió en ella con su familia durante la plaga de 1813 hasta que la epidemia finalizó. También se sabe que fue un escondite habitual de piratas donde escondían sus botines y barcos robados en los escarpados acantilados, sin que la Orden de San Juan y los británicos pudieran hacer nada.

Como se mencionaba anteriormente, una parte de la isla de Filfla desapareció a causa de un seísmo, pero gran parte de su terreno ha sido destruido por las pruebas militares que los británicos han realizado en el islote durante 200 años. En los años 80, la Royal Navy se dedicó a bombardear la pequeña ínsula perteneciente a Malta que destruyó gran parte de la fauna y de la flora, a pesar que en 1970 se habían prohibido este tipo de pruebas militares. Por ello, en 1988 se prohibió el acceso a la isla de Filfla, así como navegar y pescar en sus alrededores, exceptuando a equipos científicos y educativos con un permiso previo del gobierno maltés.

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Una de las bombas que la Royal Navy británica lanzó sobre la isla de Filfla

 

Tal Maqluba, el pueblo maldito de Malta

Otra leyenda relacionada con la isla de Filfla se encuentra en la ciudad de Qrendi, situada justo enfrente del mencionado islote. Antes de entrar en la ciudad, se halla la capilla de St Matthew, un templo religioso enclavado en una zona agreste coronada por la dolina de Maqluba.  La mencionada dolina recibe el nombre de un supuesto pueblo que existió en ella y que su desaparición es motivo de leyenda y misterio: Tal Maqluba.

La leyenda narra que Tal Maqluba era una población próspera, aunque destacaba por estar sumida en el pecado sin importar a sus vecinos la vida dando la espalda a Dios. El único que rezaba e imploraba clemencia divina era un anciano que acudía a diario a la capilla de St Matthew a rogar por el alma de sus pecaminosos paisanos. Un día, el anciano recibió una señal divina en la que pedía que se refugiara en el templo religioso al que iba a diario, pues un castigo iba a caer sobre Tal Maqluba.

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Capilla de St Matthew, lo único que quedaría del pueblo maldito de Tal Maqluba, según la leyenda

Y así ocurrió. Un ejército de ángeles fue enviado por Dios a Tal Maqluba, que provocaron una increíble tempestad sobre la población, que fue borrada del mapa en cuestión de minutos. La tempestad fue tan grande que arrancó una porción de la dolina donde estaba el pueblo asentado, arrastrándolo hacia el mar y creando así la isla de Filfla. Solo se salvaron de la destrucción el anciano y la capilla de St Matthew, donde este permanecía refugiado.

Tras la desaparición de Tal Maqluba, comenzó a correr el rumor en los pueblos cercanos que Dios había castigado a sus habitantes porque entre ellos vivía el Diablo y por ello habían sido todos endemoniados. Otros comentaban que, en realidad, no habían sido los ángeles los enviados por Dios, sino un gigante que arrancó Tal Maqluba de cuajo y los lanzó al mar, creándose así la isla de Filfla. Hoy día, de aquel pueblo maldito solo queda el viejo recuerdo de la capilla de St Matthew, que según la leyenda, fue el único reducto que quedó en pie de un pueblo maldito por sus actos y su forma de vida mundana.

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Pintura que representaría el agujero creado tras la destrucción divina de Tal Maqluba

 

Los ‘Cart-Ruts’, un enigma histórico en Malta

Queda patente que hay enclaves en Malta como la isla de Filfla que desconciertan a los investigadores de todas partes del mundo. Pero si hay un misterio que sobresale dentro del archipiélago maltés. ese se encuentra en Misrah Ghar il-Kbir, al oeste de la isla principal de Malta. Allí, unos enigmáticos surcos de gran tamaño que recorren toda la ínsula provocan auténticos quebraderos de cabeza en los investigadores: son los conocidos «Cart-Ruts«.

Los «Cart-Ruts» son grandes surcos labrados en la roca que recuerdan mucho a los raíles donde discurren los trenes; incluso son conocidos como «Clapham Junction«, ya que un inglés, al ver estas muestras arqueológicas, aseguró que se parecían a esta estación ferroviaria de Londres. Sin embargo, la función de estos aún es desconocida y los intentos por arrojar luz a este misterio están lejos de llegar al «Eureka». Solo se sabe que fueron excavados en la Prehistoria y que han aparecido en varios lugares en torno al mar Mediterráneo, pero no en un número tan grande como en Malta.

Lo poco que se sabe sobre los «Cart-Ruts» es que pudieron ser creados durante la Edad del Bronce con unas funciones sin determinar, y que más tarde los fenicios también hicieron uso de ellos. No se ha podido comprobar si estas líneas siguen alguna dirección concreta, pues están realizadas de forma caótica, sin dirigirse a un punto concreto al cambiar de rumbo constantemente y apareciendo y desapareciendo de repente entre las rocas.

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‘Cart Ruts’ en el yacimiento de Misrah Ghar il-Kbir, al oeste de la isla principal de Malta

Se ha barajado la posibilidad de que fueran raíles que ayudaban al transporte de carros cargados con mercancías, de ahí el término «Cart-Ruts«, que significa algo así como «surcos de carros», aunque solo es una hipótesis sin demostrar. También hay estudios que aseguran que pudieron servir para transportar los megalitos que hay en diversos puntos de las islas, pero al observar los «Cart-Ruts» se ve que no tienen conexiones entre los templos megalíticos y las posibles canteras donde pudieron ser extraídas las piedras.

Lo más llamativo es que es los «Cart-Ruts» no solo están en tierra firme, sino también sumergidos en el mar. Es el caso de los surcos que se encuentran en las costas de Marsaskala, situados en paralelo y perdiéndose en el fondo del mar. Los «Cart-Ruts» marítimos han convivido con la erosión y han creado dentro de ellos un verdadero ecosistema de plantas acuáticas que, bañadas por las aguas cristalinas, dan color al enigma histórico por antonomasia de Malta.

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‘Cart-ruts’ sumergidas dentro del mar en la costa de Marsaskala

 

Los ‘luzzu’ y la conexión egipcia de Malta

Tratando como los enigmas históricos y la civilización fenicia es inevitable mencionar a los ‘luzzu‘, la embarcación tradicional de Malta. Son pequeños botes repletos de colores llamativos con una proa que acaba en pico y que sirven todavía en la actualidad para faenar a los pescadores de pequeñas poblaciones, sobre todo del sur de Malta. Aun así, el elemento más característico que poseen los ‘luzzu‘ no es su tamaño o su tecnología, sino unos insólitos ojos que gobiernan ambos lados del remate de la proa.

 

Para encontrar explicación a los curiosos ojos pintados en los ‘luzzu‘ hay que remontarse a la época fenicia, pueblo que fue el primero en llegar y asentarse en el archipiélago. Los fenicios colocaban estos ojos en sus embarcaciones como talismán de protección ante las inclemencias que en cualquier momento puede provocar el mar Mediterráneo. Además de protectores, estos ojos ahuyentarían a los malos espíritus, según los pescadores de Marsaxlokk.

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El ‘luzzu’ tradicional maltés con los famosos ojos en la proa

Lo que poca gente repara es que los ojos de origen fenicio que se representa en la parte delantera de los ‘luzzu‘ malteses es una vieja reminiscencia de la civilización egipcia, encarnada en el Ojo de Horus.  Este ojo es uno de los símbolos del Antiguo Egipto y servía para atraer la buena fortuna y prevenir, sobre todo, el mal de ojo. El mito cuenta que Set arrancó un ojo a Horus tras la muerte de Osiris, aunque consiguió ser repuesto gracias a la intercesión de Hathor; por ello, el Ojo de Horus es interpretado como símbolo de curación, revitalización y protección.

Hay que tener en cuenta también que en la Antigüedad se pensaba que los ojos tenían propiedades sobrenaturales y se creía que con la mirada se podían realizar hechizos malignos (de ahí el mal de ojo). Es por este motivo que creían que el «ojo maligno» se podía contrarrestar con un «buen ojo». Así se fraguó el mito del Ojo de Horus, también quedó inmortalizado dentro de las creencias marineras de los fenicios y, por ende, en los ‘luzzu‘ que se pueden observar en cualquier parte de Malta, sobre todo en pueblos de tradición pesquera como Marsaxlokk, cuyo puerto alberga el mayor número de este tipo de embarcaciones tradicionales.

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El mayor número de ‘luzzu’ se encuentra en Marsaxlokk, al sur de Malta

 

El árbol sagrado de Mdina y la cruz de Cristo

Las tradiciones, queda demostrado, siguen sobreviviendo en Malta. Muchas de ellas lo han hecho bajo el amparo del fervor católico que siempre ha imperado en el archipiélago (en Malta hay nada más y nada menos que 365 templos católicos).  Y cuando se mezcla religión con el sentir popular salen bonitas historias dignas de contar, como la que tiene que ver con el árbol del Crucificado.

El árbol del Crucificado yace suntuoso entre Rabat y Haz-Zebbug desde hace milenios. Pero no es su antigüedad lo que lo convierte en legendario, sino la particular forma que presenta: recuerda a la cruz donde falleció Jesús de Nazaret. Por la forma tan característica que tiene, este pino de Alepo ha sido considerado por los lugareños como un mensaje divino en el que recordar la Pasión de Cristo a través de un elemento paisajísitico. La tradición cuenta que, cuando Jesús murió crucificado, este árbol comenzó a desprender una fuerte luz para después metamorfosear y transformarse en una clara alusión a la Crucifixión de Cristo.

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Árbol del Crucificado, antes de ser destruido por una tormenta

Es este el motivo por el que el árbol del Crucificado siempre ha estado rodeado de flores, de velas y sobre todo de exvotos, pues comentan que tiene propiedades milagrosas tales como curar enfermedades entre aquellos que lo tocan. Lo que no se tiene en cuenta es que posiblemente el árbol del Crucificado ya era venerado mucho antes de la llegada del cristianismo, quizá por los antiguos malteses que practicarían la dendrolatría, es decir, el culto a los árboles al ser considerados como sagrados; estas creencias serían asimiladas por el cristianismo debido a su fuerte arraigo en una suerte de sincretismo religioso.

El árbol del Crucificado ha permanecido intocable al paso del tiempo hasta el año 2009. Ese año, la zona donde está el pino de Alepo sufrió unas fuertes tormentas que acabaron con su vida tras milenios en pie. Sin embargo, la devoción popular que tiene es tanta que las autoridades maltesas decidieron limpiar las ramas muertas del árbol, colocarlo en una base y dejarlo como monumento con la forma que lo ha hecho tan famoso: con forma de cruz.

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Árbol del Crucificado, en la actualidad

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